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das Mystische 2.1

PLANETA IRÁN

¿Quién está detrás de las noticias, de los dioses justicieros, de los locos siniestros que dirigen el gran negocio del miedo? ¿Qué sabemos nosotros de nadie, desde aquí, desde la sociedad del bienestar irritado, confundido, desde nuestra difusa e insignificante cápsula? ¿Qué nos cuentan los dueños de las pantallas, de las ondas radiofónicas, de los tabloides, qué versión de los hechos prefieren que ignoremos? ¿Podemos viajar hasta allí, hasta ese planeta, sin conocer la cultura, el idioma, confundiendo los términos, los conceptos? ¿A qué o a quién serviría? Y cuando todo empiece, si es que empieza, cuando alguien destape la caja de los truenos, ¿qué será de todos esos gestos, de todas esas miradas?

Valores universales. Mohammed Shams od-Din, Hafiz, habla de cosas sencillas, cotidianas, en ese lugar del tiempo (fuera del tiempo) donde los amantes del mundo son los dueños de su destino. “Este es la clase de amigo que eres: Sin hacer que me acuerde de la angustiosa historia de mi alma, te metes en mi casa de noche y mientras duermo, te llevas silenciosamente todo mi sufrimiento y mi sórdido pasado”. El poeta comparte el espacio junto al libro sagrado en todas las mesitas de noche. ¿Qué poemas elegirán sus lectores? ¿Precisamente aquellos donde Hafiz se burla de la hipocresía de los jefes religiosos? Me gustaría pensar que es así y me gustaría viajar hasta allí, hasta ese extraño planeta, para comprobarlo. Por cierto, ¿son todos los jefes religiosos del mundo tan estéticamente funestos?

Cuando Hans Magnus Enzensberger viajó a Irán, en noviembre de 2001, el enriquecimiento de uranio para energía nuclear, el llamado Programa Nuclear Iraní, que las autoridades iraníes utilizan ahora como parte de su plataforma política, no ocupaba todavía la primera plana de la actualidad informativa. Sadam Husein, aplicado, continuaba con las ejecuciones de presos políticos y presos de conciencia, decapitando o amputando la lengua a cuantos opositores se cruzaban en su camino. El 28 de enero de 2002, Newsweek informaba: se ha alcanzado un “consenso general” en el seno de la Administración Bush para un “cambio de régimen” en Iraq. La fecha prevista para el asalto final sería el principio del verano, a la conclusión del programa de “petróleo por alimentos”. Y, en España, mientras tanto, José María Aznar decidía por fin “bajar a la tierra”, a la vez que informaba sobre su decisión de no volver a presentarse a la reelección en los comicios del 2004.

Los días –cuenta Enzensberger en su crónica- son plácidos en Shiraz, en Ispahán. “En las calles de Teherán predomina una calma con la que Europa sólo puede soñar”. Irán es un país donde el ajedrez, un invento persa, está prohibido, donde cantar en público es un delito punible, donde afeitarse es un indicio de herejía. Aun así la gente se ríe de las normas y juega a vivir su vida al margen del poder establecido, como en muchos otros lugares del planeta. En ocasiones, leen a su poeta preferido y observan apasionados los fulgores de la carne. Otras, en cambio, cubren las cabezas con un pañuelo oscuro y, al llegar a casa, en un gesto privado, dejan a la vista la luz de unos ojos que miran sin ser vistos

Mahmud Ahmadineyad fue elegido presidente de Irán el 24 de junio de 2005 pero, en lo esencial, la vida no ha cambiado demasiado para la mayoría de los iraníes. Creo que, para nosotros, para aquellos que como yo quisiéramos aprehender los claros y las sombras de este extraño planeta, sigue vigente el consejo que Enzensberger dibuja en su crónica: “El que quiera entender algo de la grandeza y tragedia de esta cultura no debería adentrarse sólo en los discursos laberínticos de la política, sino también en las historias y poemas que escuchan los iraníes o ver las extraordinarias películas de Kiarostami, Majmalbaf o Majidi. De esta forma aprenderá más que en cualquier periódico sobre la ira y la esperanza, la depresión y la vitalidad de una sociedad a la que se juzga mal por mera estupidez. El que haga oídos sordos, y esto vale para ambas partes, no encontrará una salida fácil”.

Hoy mismo, cuando Seymour M. Hersh, periodista de The New Yorker, vuelve a la carga informando sobre la posibilidad de un ataque del presidente Bush contra el gobierno de Teherán, he acabado por pensar que mañana siempre puede ser peor, o que mañana, sencillamente, no existe. Para llegar a esta conclusión no basta con considerar que el presente pueda ser eterno. Hay sueños, a este lado, en la otra orilla, que comparten la misma voluntad y la misma escritura de la vida. Como ese sociólogo iraní que cita Enzensberger, es preciso aprender a habitar en la locura: “Esto puede durar todo un siglo. Pero somos un pueblo sufrido y no queremos ver sangre. Preferimos vivir en la esquizofrenia.”

2 comentarios

Enrique -

Un abrazo, Otis.

Y que así sea.

Otis B. Driftwood -

Supimos que algo estaba cambiando cuando, un día de 1998, Irán ganó a Estados Unidos en el Mundial de Fútbol de Francia. Por primera vez desde el triunfo de la Revolución Islámica (que se sepa) hombres y mujeres salieron juntos, mezclados, a la calle, para celebrar el triunfo sobre "el gran satán". Fue algo que ni las intransigentes autoridades religiosas supieron, pudieron o quisieron parar.

Los estudiantes que derrocaron al Sha son hoy veinticinco años más viejos, están probablemente más gastados y su impulso ya no es el que era. Quienes vienen detrás, sobre todo las mujeres, serán los motores del cambio. A pesar de Ahmadineyad. Y sospecho que también a pesar de los ayatollahs.

Quizá todo esto sea un "wishful thinking"... o quizá no, pero tengo la impresión de que tardaremos en verlo mucho menos de lo que pensamos.

Un abrazo, amigo, me ha emocionado esta nota.